El chico de la maleta llegó como si tal cosa.
Depositó su sonrisa en una esquina y en la otra algunas caricias perdidas
Y tras varios roces, y diferentes noches de insomnio recordando sus movimientos encima de mí,
volvió a venir con otra maleta diferente.
Mismo tamaño, textura y distinto color.
Esta vez la depositó en la misma esquina,
con la misma calma
sin dejar de mirarme fijamente cuando lo hacía.
Pero algo varió.
La abrió.
Y como si de la caja de pandora se tratara,
sus manos comenzaron a retorcerse en mi placer con mayor intensidad.
Sin opción a desprenderme de tanto calor.
Le senté sobre la maleta,
succione su humedad sin permitirle ningún ligero movimiento
y con mi lengua inquieta, adentrándose en sus días
le sentí un poco más mío.
El, dentro de mi boca
y el mundo
allí afuera..
L.S.
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