De cuando Afrodita coincidió en el tiempo con Baco, él ya hacia vidas que la esperaba, y quien dice vidas, dice camas, sabanas, cuerpos.
De cuando se chocaron sus pieles, ella pensó al verle que desearía masturbar su alma a 2 manos y comerle sus miedos a besos. Mejor, que cuando el deseara besarla, ella le respondería con un mordisco en la comisura de su entrepierna.
El la miró y bebió para celebrarlo de su copa de vino.
A ella le excitaron los movimientos pausados de sus manos y pensó que deseaba sin prisa todas sus pausas. Hasta sus excesos, que ya los veía llegar.
El dudó si rozar su pálida piel o meterla mano directamente.
Ella le dijo que iba a hacer todos sus imposibles muy probables y que las dudas de la piel se resuelven con la boca.
El tiró la copa de vino sobre su pecho y comenzó a lamérselos a modo de celebración orgiástica.
Ella suspiró húmedas palabras mientras se embriagaba del aroma de Baco.
Solo había color y calor en ese momento.
Él, ella y sus pieles reconociéndose.
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Una respuesta a “Hay que volar para saber donde volver.”
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