«Nada más peligroso que una persona que te haga estrenar sentimientos»
Él se encontraba desnudo, de rodillas ,
con los brazos y frente apoyados en el suelo,
justo en la postura que ella le había hecho entrenar todos los días de las últimas semanas.
De repente escuchó el sonido de unos tacones entrando en la habitación y notó que se detuvo a su lado. Ella se agachó y cuando estuvo lo suficientemente cerca le dijo, muy dulcemente:
-“En otras ocasiones he dejado mi marca de propiedad en tu cuerpo. Hoy marcaré tu mente. Ponte de pie”.-
Se puso en pie con la mirada siempre fija en los finísimos tacones rojos de ella y en ese momento pensó en cuanto adoraba cada puto átomo de su preciosa existencia.
-“Hoy vamos a dar un paso más en tu entrega y para ello vas a necesitar cederme todo el control de tu cuerpo, vas a estar privado de casi todos tus sentidos, solo podrás oír y únicamente una muy reducida parte de tu piel podrá rozarme, a mí o al viento.”-
Le hizo levantar la cabeza. Lentamente fue envolviendo su cuello con papel film. Sin apretar, dio dos vueltas y cortó el plástico. Acto seguido le hizo levantar los brazos manteniéndolos paralelos al suelo. Envolvió lentamente desde el hombro hasta la punta del último de sus dedos para después deshacer el camino hasta llegar de nuevo al hombro y volvió a cortar el celofán. Repitió la maniobra en el otro brazo y volvió a cortar el plástico.
Cuando hubo terminado le pidió que cogiera aire y envolvió su pecho cruzando el plástico desde el hombro izquierdo hacia el pectoral derecho y dio la vuelta por detrás para hacer el mismo camino desde el hombro derecho hacia el pectoral izquierdo y volvió a cortar. A continuación, envolvió la zona del vientre dando dos vueltas y le pidió que bajara los brazos para juntarlos con el tronco. Cuando adoptó la posición dio varias vueltas empezando desde los hombros y acabando en la parte inferior del vientre y volvió a subir para terminar cortando el celofán.
Cogió del aparador un rollo de cinta aislante negra y dio dos vueltas con ella justo por encima de los pezones y otras dos justo por debajo. Cogió unas tijeras quirúrgicas y pellizcando el plástico lo cortó con las tijeras pera dejar al aire un pezón y luego repitió la misma maniobra en el otro.
-“Ahora viene la parte difícil. Has visto que las tijeras están aquí por si acaso necesito liberarte rápidamente. Si necesitas que lo haga bastará que muevas la cabeza repetidamente hacia los lados”. –
Él asintió. Ella le cogió de la barbilla y le besó intensamente.
-“Voy a ponerte estos auriculares, un mensaje se irá repitiendo cada cierto tiempo, quiero que lo escuches muy atentamente y lo memorices después”.-
Le colocó en los oídos unos auriculares conectados a un equipo reproductor y después le puso una capucha de cuero que apretó hasta que quedó fija. Cogió el antifaz de cuero y lo situó sobre sus entregados ojos. Con mucho cuidado cogió también la mordaza y se la introdujo en la boca de manera que quedó completamente fija al cuero de la capucha, por último comprobó que los orificios de la nariz hubieran quedado enfrentados con los orificios de la capucha.
_»Hueles tan bien hoy…» le dijo, sabiendo que difícilmente él la escucharía.
Con un suave gesto le indicó que debía tumbarse en la cama, y así lo hizo, guiado en todo momento por ella. Le cogió una pierna y la envolvió en más papel film, desde la parte inferior del muslo hasta cubrir el pie por completo. Hizo lo mismo con la otra pierna para luego juntarlas y envolver las dos de arriba a abajo. Su sexo quedó al descubierto, evidenciando así su vulnerabilidad.
Ella contempló su obra y sonrió.
Cogió su móvil e hizo varias fotografías desde distintas posiciones.
En ese momento él escuchó a través de los auriculares la voz de ella, de nuevo en ese tono suave y firme que tanto le excitaba:
-“Eres mi esclavo porque te has entregado a mí libremente. Tu cuerpo y tu mente me pertenecen por completo. Tus únicas preocupaciones son obedecer mis deseos y seguir mis instrucciones. El resto solo es levedad.»-
Él se relajó dentro de su confinamiento al escuchar la voz de ella. Cuando terminó el mensaje solo era capaz de escuchar el sonido de su respiración. En ese momento sintió una breve caricia en sus pezones y algo líquido que los humedecía. A continuación, sintió el pellizco de los dedos de su ama en uno de los pezones, notó que llevaba unos guantes de látex en las manos, lo siguiente fue el inconfundible pinchazo de una aguja atravesando literalmente su piel. Sus pezones en concreto.
De nuevo volvió a escuchar la voz de ella:
-“Eres mi esclavo porque te has entregado a mí libremente. Tu cuerpo y tu mente me pertenecen por completo. Tus únicas preocupaciones son obedecer mis deseos y seguir mis instrucciones”.-
Mientras, ella clavó una aguja en su otro pezón. A los pocos segundos una tercera aguja pinchó en las proximidades de donde había clavado la primera, pero esta vez entró en dirección perpendicular, después una cuarta aguja al lado de la segunda. Siguieron una quinta y una sexta, mientras el mensaje como en un ritmo ascendente volvía a introducirse en sus poros.
Excitación.
Ligera ansiedad.
Ganas de satisfacerla.
Deseo de ser invadido por ella.
De cualquier modo,
a su manera,
pero invadido.
Porque hay invasiones que llegan,
llenan,
invaden los sentidos y no hay excusa posible para desear desalojar.
Transcurridos unos segundos notó los dedos de ella pellizcando y estirando la piel de su pene y una aguja perforando la piel de esa zona tan sensible. Un murmullo quedó ahogado por la mordaza. Un segundo pellizco y una segunda aguja a la que siguió una tercera y el mensaje de su ama en sus oídos. Ella se retiró un par de pasos, sacó unas fotografías y sonrió orgullosa ante su nueva obra.
Los dedos de ella, ya sin los guantes de látex acariciaron los pezones y movieron ligeramente las agujas, bajaron hacia el pene y lo recorrieron de arriba hacia abajo pasando por encima de las agujas que lo perforaban mientras el mensaje volvía a sonar en sus oídos.
Ella se enfundó un par de guantes de látex nuevos y procedió a retirar las agujas. Quitó primero las de su sexo con mucho cuidado y luego una a una las de los dos pezones. Retiró la mordaza de la boca y de labios del esclavo se oyó un débil “Muchísimas gracias, ama”.
Con las tijeras quirúrgicas fue cortando el plástico que envolvía a su esclavo. Primero el de las piernas y luego el del torso y los brazos. Le hizo incorporar la cabeza y aflojó la capucha para después retirarla por completo. Acto seguido le cubrió con una manta por encima y lo arropó para que pudiera recuperar la temperatura corporal.
Al poco rato ella volvió con una botellita de agua, le dijo que se incorporara, abrió la botella y le dio de beber. Cuando hubo saciado su sed, buscó instintivamente las manos de ella, las cogió y las besó con devoción mientras le decía:
-“Soy tu esclavo porque me he entregado a ti libremente. Mi cuerpo y mi mente te pertenecen por completo. Mis únicas preocupaciones son obedecer tus deseos y seguir tus instrucciones”.-
Ella sonrió complacida, le acarició el rostro y levantándole la barbilla le beso.
Con cadencia y humedad, con ganas…
Y él, solo pudo musitar, con timidez :-«Donde quieras que vaya, como tú quieras que vaya»…
PD:
Gracias, por la inspiración y la imaginación. 💋
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2 respuestas a “To let myself go (II)”
Soy tu esclavo porque me he entregado a ti libremente. Mi cuerpo y mi mente te pertenecen por completo. Mis únicas preocupaciones son obedecer tus deseos y seguir tus instrucciones
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Un beso grande:)
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