A vos, que rimas de noche y me enciendes de día …
-Quiero entrar en tu poesía- me susurraste.
Y te llevé a cenar.
Elegí yo.
Me seguiste, tú.
Y acabamos en un restaurante japonés. En el privado exactamente, por eso de evitar ruidos, al menos esa fue la excusa.
Pedimos y rápidamente llegó el camarero.
-Un momento- Le indiqué.
-Desnúdate- Te indiqué.
No lo entendiste, pero lo hiciste.
Te sonreí.
-Túmbate sobre la mesa- Añadí.
Y ahí estabas tú. Desnudo encima de la mesa negra. Excitado. Expectante.
Y ahí estaba el camarero, sin entender demasiado o tal vez sí.
Perfecto- le dije mientras le invitaba a salir del salón con una sonrisa.
Los pedazos de sushi y sashimi empezaron a bailar sobre tu cuerpo, adornando tu piel que esperaba sin duda mi boca hambrienta. Y no tardaste en comprobar el roce de mis labios recorriendo tu cuerpo en busca del delicado sushi selectamente escogido..
-No te muevas- te susurré suavemente al oído.
Me deshice del vestido rojo. Demasiado calor- pensé.
Me quedé con la ropa interior. Un corpiño negro, ligueros, medias altas a juego y un pequeño culotte de encaje . Mis pies estaban cubiertos con unas sandalias de suela roja.
Tenias los ojos abiertos, y aunque no podías moverte tu mirada buscó mi desnudez rápidamente.
Te besé en el cuello y me dispuse a comer, de tu cuerpo y en tu cuerpo.
Cogí los palillos y apenas los utilicé unos minutos, preferí seguir con mi lengua directamente.
Tus pezones se me antojaron de sabor a salmón, bajé hacia tu ombligo y el aguacate se unió al salmón. Mi lengua siguió bajando hacia tu sexo y los diminutos granos de arroz se mezclaron con tu excitación, todos revoloteando dentro de mi boca, pude saborear la mezcla de sabores y texturas. Me demoré . Me eternicé, mientras tú no dejabas de moverte o eso intentabas al menos, porque tuve que atarte.
Mi lengua seguía bailando sobre tu sexo con un ligero toque a soja.
Minutos.
Horas.
Eternidades.
Me suplicaste que te soltara y tuve que amarrarte más fuerte.
Me pediste que te permitiera liberar tanto placer acumulado y te dije que te preocuparas del mío.
Fue entonces cuando me senté sobre tu rostro.
Sonreí.
Te besé.
Ya sabes lo que tienes que hacer- Te susurré de nuevo.
Me moví sinuosamente sobre ti, sintiendo la calidez de tu lengua mientras yo acariciaba mi pelo.
Y como fueron minutos, horas y eternidades. Sin saber como, entró el camarero.
Permaneció inmóvil, observando, sin hablar. Vi su reflejo en el espejo. Me hice la despistada y continué con mi placer en tus labios, y tu sexo entre mis dedos.
…
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2 respuestas a “A veces te busco. A mil veces te acercas.”
Excitante
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Thanks:)
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