-«Quiero que seas mi perdición»- me dijo el día que le conocí.
Ayer volvimos a quedar. Un Madrid lluvioso y en huelga de taxis complicó que llegara a la hora acordada, igualmente me advirtió que se retrasaría unos minutos largos.
-He pedido un cabify y no sé cuanto tiempo va a tardar- me escribió por wasap.
-Ok. Aunque…me gustaría que hicieras algo en cuanto te subas al coche- le respondí.
-Claro- lo que quieras.
-Quitate la ropa interior y guardatela en el bolsillo.-
-¿Seguro?-me respondió.
No le contesté, claro. El ya sabía lo que debía hacer.
Y lo hizo…
Cuando llegó me besó. Le besé y me enseñó su ropa interior negra guardada en el bolsillo del pantalón.
-Muy bien- le dije sonriendo. Ahora seré generosa contigo. ¿Que te gustaría hacer que no hayas hecho aún?-le dije con toda la malicia sonriente que pude.
No tardó en responder más allá de 3 segundos.
-¿Sabes que doy muy buenos masajes?-respondió, devolviéndome la sonrisa . Siempre he querido pagar por dar un masaje.-
-Me vienes muy bien entonces- le contesté.
Y tras ducharnos juntos, y untarnos de espuma y saliva, me tumbé sobre las sábanas negras. Desnuda.
Esperando a que sus manos repletas de aceite caliente acariciaran cada centímetro de mi piel.
Encendimos unas velas, sonó una deliciosa melodía y sus dedos comenzaron a deslizarse por mis pies, lentamente fueron subiendo por las piernas. Eternidades después llegaron a mis muslos. Sus dedos buscaban más calor.
Más color.
-El paraíso entre tus piernas-dijo para sí.
Su lengua se enredaba en mi cuello mientras sus dedos buscaban mi sexo.
Suspiré.
-Lléname de ti-me susurró.
Y le besé.
Y humedecí cada beso.
Y cada beso fue más intenso.
Y cada intensidad más profunda.
Introducía sus dedos en mi boca buscando mi lengua.
Humedad.
Se los pasaba despues por su rostro, sin dejar de besarme. Sin dejar de abrasarse.
-Háblame-le dije.
Y esa noche habló hasta crear un fuego.
O varios.
-Ahora quiero sentirte muy dentro-le susurré.
Su cuerpo bañado en aceite bailó sobre mí, sin dejar de besarme, sin dejar de enredarse en mi pelo. A ritmo lento, como a mí me gusta. A ritmo intenso como a él le encanta.
Suspiros después me regaló su deseo, chorreando gota a gota bajo mi espalda.
-«Creo que vas a ser mi perdición»- me dijo jadeando aún.
Sonreí. Me metí un exquisito bombón de chocolate negro en la boca y al ver sus ganas, se lo pasé a la suya. Se lo merecía.
-Un gran masaje- le dije.
…
«Estuve a punto de irme,
casi me pierdo el abrazo prometido.
No era el sitio perfecto.
Estuve a punto de irme,
casi me lo pierdo.
Menos mal que me quemé.»
(P.Benito)
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