Somos aquello en lo que creemos, aún sin darnos cuenta.(II)

Y llegaron.

Y lo tuve frente a mí.

Esposado.

Con los ojos vendados. Elegante. Nervioso. Excitado.

Con mil interrogantes entre sus labios, los mismos que aún arrastraban la saliva de mis sumisas.

Le quité la privación visual.

-Bienvenido a mi haren- le dije.

Iba ataviada con un traje corto de látex. Verde oscuro, botines verdes y unos pequeños guantes negros de piel. El pelo suelto, los labios rojos en un tono «por fin has llegado». No me puse lencería, el látex es mejor sentirlo muy pegadito a la piel.

Mis chicas, bajo mi mandato le ofrecieron un té y unos deliciosos dulces traídos de muy lejos.

A partir de hoy formarás parte de mi séquito de esclavos. Has sido elegido muy escrupulosamente- le informe mientras observaba su reacción.

Tu única misión a partir de hoy será satisfacerme. Te educaré, haré de ti un fiel sirviente. No competirás con el resto de los esclavos, juntos cooperareis para que mis días estén cargados de placeres y comodidad.

Me acerqué traspasando la frontera de su timidez. Mordí sus labios. Palpé su excitación. Bajé la cremallera del elegante pantalón y le regalé mi primera lección:

-Desde ya, está prohibido llevar ropa interior-

-Desnúdate y dirígete después a las duchas que hay en la última sala-

Sus ojos desbordados callaban en gritos sordos. Sus manos tan firmes como fuertes se deshicieron de la ropa con calma fingida. Me obedeció sin preguntas.

Perfecto- pensé.

He elegido bien. No suelo equivocarme.

Bonito cuerpo bronceado- le dije.

Date la vuelta lentamente.

Se giró. Sabía que ganaba sin atavíos materiales.

Es ideal para mi harem, necesitaba sangre nueva. Con él son ya 11. Un número perfecto. Cada uno de una nacionalidad diferente, con un físico distinto y unas cualidades especiales que les hace únicos.

Tiraré de él con una correa invisible. Fría y cruel cuando haga falta, sensual e instintiva siempre. Su cuerpo vivirá bajo las puntas de mi látigo. En las aristas de mis tacones. Mi placer se alineará con su dolor. Le llevaré al limite de sus fuerzas, al extremo de su masoquismo para después inundarle con mi lluvia.

(continuará)

«Mi amor es sólo amor.

Sin mezclas raras,

amor al cien por cien.

Sin pedir nada.

Amor de esclavo fiel que solo sueña en alcanzar la gloria de ser tu perro

y vivir a tus pies, para adorarlos.»

(J. Peiró)

Copyright©L.S.22

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2 respuestas a “Somos aquello en lo que creemos, aún sin darnos cuenta.(II)”

  1. «En los ojos de su pálida víctima buscaba
    el cántico mudo que el placer proclama y
    esa gratitud infinita y sublime que de las pupilas brota como un prolongado suspiro »
    Ch. Baudelaire.

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