A ver niño, lo has hecho bien, tu boca a estado a la altura de mis húmedos deseos. Las gotas resbalando por mis piernas han sido testigo de ello. Tu lengua puede darse por felicitada.
Solo un fallo tuvo esta sesión, el desastre de la cisterna estropeada, el agua cortada como medida preventiva hasta que el fontanero, espero que fornido y atractivo, se dignase a pasar por mi estudio.
Así qué…
-Vayamos a la piscina. Déjate el plug puesto-te indiqué.
Te presté un bañador y sin más, bajamos a la piscina de la urbanización.
Me puse mi último bikini, comprado a capricho. Negro, muy pequeñito. Las uñas rojas bailaban en un equilibrio perfecto con las sandalias, negras también. El césped nos esperaba algo frio con anhelo y rubor. El socorrista aplaudió la valentía de ver como sumergíamos nuestros cuerpos a pesar de la tarde nublada, para satisfacción de mis sentidos.
Permití al agua acariciar mis muslos, los mismos que minutos antes chorreaban de placer mientras tú nadabas como podías con ese plug que te perseguiría varias horas más.
Bien por ti, pudiste hacerlo sin que se saliera.
Quise premiarte.
Desde la profundidad de la piscina mi pie buscó tu miembro escondido tras el bañador de tonos azules.
Te sorprendiste. Te gustó.
-Demasiada tela-pensé.
Te quité la prenda. Pocos vecinos, mejor.
Ahora sí, mi pie acariciaba tu sexo lentamente mientras el agua mecía mis intenciones.
Tu excitación y mi sonrisa. Quise agitar al viento.
-Quiero que beses mis pies- te susurré.
Asentiste.
Sali de la piscina sinuosamente con tu bañador en la mano, muy a tu pesar.
Tuviste que salir, así, desnudo.
2 vecinas mayores y el socorrista, no había demasiado público. Me regalé a la parsimonia del césped y al placer de la tierra tras el agua, mientras tú buscabas la postura más cómoda para lamer uno a uno mis deditos.
Parecías hambriento, lo hacías bonito y sabroso. El calor de tu boca en mis empeines, mientras mis piernas inquietas buscaban tu miembro, aún desnudo.
Lo apreté con la fuerza de mis pies, lo estrujé, quiso escapar por un instante. Demasiada tensión y demasiado público, pensaste seguramente.
Comencé a mecerlo dulcemente, arriba y abajo. Suave.
Me mirabas suplicante. Te sonreí mientras negaba con la cabeza tus peticiones mudas.
Agitación. El ritmo subió, desee romperte la vergüenza ahí mismo.
Tú de rodillas, yo tumbada sobre el césped. No sé si me provocó más placer tu rostro sonrojado por la timidez o comprobar como tu sexo crecía de manera desenfrenada a pesar de ti.
-Grita- te dije, deleitándome en cada palabra.
Estabas a punto de estallar, no querías. Yo sí.
Más nivel.
Más rapidez.
Sin piedad.
Y fue.
Te me derretiste sobre los dedos, gritaste mi nombre mientras caías abatido sobre la hierba, el rojo de las uñas se transformó en blanco. El sol nos aplaudió.
De el resto no me acuerdo.
“Hay palabras endiosadas y endemoniadas,
otras están enduendadas.
O humanizadas.
Todas están pervesamente encantadas.”

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5 respuestas a “A veces el universo es aquí y ahora.”
Como siempre perversamente inteligente. Te adoro, Diosa
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Un Déjà vu, pero creo que me perdí algo. Aunque el resultado fue igual de satisfactorio. Me hiciste gritar, pero no tú nombre. Tu relato me vuelve a encender.
Un beso reina😘
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💋
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Ufff
Como te extraño cuando te leo, preciosa
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Deberías…solucionarlo💋
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