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Al límite de la poesía.

«Deseo servirte.

Déjame facilitar tu existencia.

Seré tu mayordomo, tu chofer, tu guía en los países más exóticos . Seré tu cocinero, tu sísi más devota. Seré tu jardinero donde tus flores guardarán los rayos de sol cada mañana gracias a mis riegos diarios.

Usame, soy todo tuyo.

Permíteme masajear tus pies cuando estés agotada tras largas jornadas en el gimnasio. Pintaré tus uñas si así lo deseas, hidrataré tus deditos con aceites traídos de Medio Oriente y luego los besaré, soplaré y los secaré hasta quedarme sin aliento. Ofreceré todo mi cuerpo para tu descanso, seré tu mesa, tu silla, el sillón donde reposaran tus pies desnudos o con el calzado que estimes.

O tu lienzo. Esculpe sobre mí, píntame, tatúame.

Seré tu sombrilla frente al mar cuando el sol rabioso se demore sobre tu piel, me convertiré en tu toalla, o tu alfombra en la que reposarás.

Deseo regalarte mi tiempo.

Mis aptitudes, mi cuerpo. Mi alma.

Al principio mi cabeza era un enjambre de contradicciones, ahora soy el hombre más seguro, y con esta misma seguridad te digo que deseo servirte.

Me portaré bonito, como dice aquella canción que seguro conoces y te gusta.

Segundos a tu servicio, minutos, horas, días.

Y un día morir con recuerdos y satisfacción, no con sueños.

Revuélcame en el suelo, convierteme en canción. Puedo ser tu muso si lo estimas conveniente.

Sácame a pasear con correa o sin ella, apárcame junto a un árbol cuando te canse mi presencia.

Úsame.

Húntame de ti.

Seré discreto. Seré comunicativo cuando tenga que serlo y callaré cuando lo necesites…»

Recibí un mail casi a diario con este propósito de servicio durante varios meses. No le conocía pero presumía ser insistente, paciente, educado, persuasivo.

Y atractivo, en el último que abrí, confieso que no leí todos, me envió una foto suya en blanco y negro. Alto, moreno, sonrisa del conquistador que se sabe bello. Su persistencia y elocuencia acabo despertando mi interés.

-Llámame mañana- le escribí un viernes cualquiera.

Lo hizo.

-Voy a ponerte a prueba. No tengo tiempo para esclavos sin alma.

Me gusta la fuerza y la decisión. El arrojo y la valentía.

Si las vas superando, podrás servirme…

(Continuará)

Copyright©L.S.22

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6 respuestas a “Al límite de la poesía.”

  1. Sublime, en grado superlativo. La misma luminosidad, que en el lienzo con esclava expuesta, de Jean-Léon Gérôme. La perseverancia, es una virtud. No hay brillo sin oscuridad.
    Gracias, Lara.
    Miguel Ángel.

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