Esta noche nos lo comemos todo y ese todo somos tú y yo.
Quieres desnudarme con tus manos, aunque de momento solo puedes hacerlo con la mirada, que ya es bastante. Dejo que creas que tienes el control.
Distraída, precavida, no. Estratega.
Vienes a mi circulo y te dejo entrar, solo porque te mueves bien al ritmo de esa música endiabladamente seductora.
Me invitas a un combinado impronunciable. No bebo, te contesto. Me da igual, me dices y sonríes.
Si te mueves en la cama como lo haces ahora, fijo que te devoro esta noche o cualquier noche, pienso.
Y sonrío, por si va y me intuyes.
El juego de la eterna conquista. Las luces, un infinito abierto de posibilidades.
Bailo para que me mires. Para que te atrevas.
Bailo y la ciudad lo hace conmigo.
Vestida de negro, un vestido corto negro recién traído de lejos. Se ajusta a mi piel como queriendo atraparme, el látex sí sabe cómo acariciar, como dejar su huella después del después. Mis pies se mueven sobre unas botas altas, negras en piel. Ellas sí que saben regalar firmeza, seguridad. Comodidad. Belleza.
Las luces me enfocan como queriendo descubrir que llevo bajo la ropa. Te miro. Me preguntas desde la distancia: – ¿de qué color?
Rojo-te contesto con los labios, sabiendo que los leerás a pesar de la oscuridad y la lejanía.
Te acercas.
-Así me gusta- pienso. Con decisión.
Me dirijo a tu cuello. Aromas de eternidad. Acercas tu vaso coloreado, bebes. Meto mis dedos y me quedo con la fresa que adorna la superficie del cristal. La muerdo. Chupo la otra mitad sin dejar de mirarte.
Se la ofrezco a tu boca que aguarda entre abierta.
Roja- te digo. Esta noche apostamos todo al rojo.
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Una respuesta a “Apostando todo al rojo.”
Que bonito todo, Lara.
Un grito en el desierto.
Gracias
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